Marceau, de 24 años, yace en una cama de hospital, con la nariz y los ojos cubiertos de vendas. La hélice de un avión le ha desgarrado la cara. Este gourmet de la vida se cree ciego; se pregunta, sus recuerdos le inundan y le abruman. Años aventureros descubriendo a sus semejantes, buscando la belleza. Un amor apasionado por el arte, la pintura y la música. Relatos de viajes y encuentros que satisfacen su insaciable curiosidad y sed de conocimiento. Una mezcla de lo cómico y lo trágico. Una comedia humana, un canto a la vida, la angustia de la muerte, omnipresente en el hospital. No hay nada como la vida... Toledo y el Tajo, Granada y el Albaicín, La Saeta, Vermeer, Goya, Rembrandt, Le Greco, Carel Fabritius invaden sus sueños. Marceau lamenta no haberse entregado, cuando aún tenía tiempo, al gozo masoquista de escribir. Sus recuerdos perdurarán, eternos, en la memoria de las estrellas.